Pilar Sampedro está especializada en el abordaje de las dificultades sexuales. La experiencia clínica nos hace afirmar que este tipo de situaciones son muy frecuentes, las pueden padecer hombres y mujeres y preocupan y angustian a la persona que las sufre.
Acudir a consulta ayuda a nombrar y situar el problema de las disfunciones sexuales, no sólo en el sujeto que las vive con angustia, sino en el escenario de la relación sexual con otra persona.
En los hombres: disfunción eréctil y eyaculación precoz. Algunos hombres también manifiestan bajo deseo sexual o problemas con la excitación, así como ausencia de orgasmos o una eyaculación retardada o que no aparece.
En las mujeres: problemas para conseguir un orgasmo, dolor genital y/ o imposibilidad de penetración en las relaciones. Ausencia de deseo sexual, problemas con la excitación o aversión o asco a todo lo que tenga que ver con la sexualidad.
Las dificultades y los problemas sexuales son mucho más frecuentes de lo que pensamos.
Abordarlo ayuda a que los problemas no se hagan crónicos y es más fácil analizar estas dificultades cuando se puede hablar de ellas.
En este terreno de las relaciones sexuales la normalidad no existe. Cada persona y cada relación es diferente y las experiencias sexuales son percibidas de manera subjetiva por cada persona.
Se le da cada vez más importancia a tener deseo sexual, conductas sexuales, orgasmos y erecciones y, si no se funciona de una manera adecuada según el ideal y las prescripciones sociales podemos sentirnos distintos a los demás, raros, inferiores, defectuosos o excluidos.
En la mayoría de los casos hablamos de un problema que no es médico, es decir, no depende de un deficitario funcionamiento genital u hormonal, gonadal o neurológico, sino que depende de otros factores psicológicos.
Cuando hablamos de causas psicológicas hacemos referencia a que, en la sexualidad, pasa algo parecido a lo que pasa en otras funciones/necesidades como el hambre o el sueño: no se pueden controlar con la voluntad ni con disciplina.
El deseo, la erección, la eyaculación o los orgasmos no se pueden someter a la voluntad de quién quiere tenerlos. Aunque parezca paradójico, el sujeto quiere pero no puede.
Resulta difícil de aceptar y al exigimos un cierto desempeño sexual la presión aumenta. Entonces aparece la necesidad de control, el intentarlo de nuevo y la ansiedad al no lograrlo; también la evitación de las relaciones sexuales y/o la apatía o pereza a la hora de comenzar las relaciones sexuales.
Conviene explorar la causa del problema y eso sólo es posible si la persona se permite hablar de lo que le pasa con un especialista que puede escuchar, no juzgar y entender lo que sucede, además de acoger y analizar esa angustia.
No es necesario tener pareja, ni tratar el problema sexual en pareja. Si la situación es que no hay una relación de pareja en ese momento esto no es un inconveniente; tampoco es necesario que la pareja acuda a consulta.
Es conveniente abordarlo de manera individual analizando la presión o el miedo que puede estar en juego.
Este tipo de dificultades causan angustia y mucha frustración. Es necesario escuchar en las primeras consultas la situación concreta de cada persona: cómo aparece la dificultad, en qué situaciones, qué efectos tiene en la persona y en la relación, cómo se solventan, qué tipo de malestar emocional o mental producen…
La terapia te ofrece un lugar en el que poder hablar de ese tema sin juicios, analizar las posibles variables que han influido en la situación actual y una dirección que te permita calmar aquello que está presente en ese encuentro sexual con otra persona y que lo convierte en angustioso.